SEMINARIO SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
DIOCESIS DE CHICLAYO (Perú)
¡En Tu Nombre, echaré la red!
La misma formación humana, si se desarrolla en el contexto de una antropologÃa que abarca toda la verdad sobre el hombre, se abre y se completa en la formación espiritual. Todo hombre, creado por Dios y redimido con la sangre de Cristo, está llamado a ser regenerado «por el agua y el EspÃritu» (cf. Jn 3, 5) y a ser «hijo en el Hijo». En este designio eficaz de Dios está el fundamento de la dimensión constitutivamente religiosa del ser humano, intuida y reconocida también por la simple razón: el hombre está abierto a lo trascendente, a lo absoluto; posee un corazón que está inquieto hasta que no descanse en el Señor[133].
De esta exigencia religiosa fundamental e irrenunciable arranca y se desarrolla el proceso educativo de una vida espiritual entendida como relación y comunión con Dios. Según la revelación y la experiencia cristiana, la formación espiritual posee la originalidad inconfundible que proviene de la «novedad» evangélica. En efecto, «es obra del EspÃritu y empeña a la persona en su totalidad; introduce en la comunión profunda con Jesucristo, buen Pastor; conduce a una sumisión de toda la vida al EspÃritu, en una actitud filial respecto al Padre y en una adhesión confiada a la Iglesia. Ella se arraiga en la experiencia de la cruz para poder llevar, en comunión profunda, a la plenitud del misterio pascual»[134].
Como se ve, se trata de una formación espiritual común a todos los fieles, pero que requiere ser estructurada según los significados y caracterÃsticas que derivan de la identidad del presbÃtero y de su ministerio. Asà como para todo fiel la formación espiritual debe ser central y unificadora en su ser y en su vida de cristiano, o sea, de criatura nueva en Cristo que camina en el EspÃritu, de la misma manera, para todo presbÃtero la formación espiritual constituye el centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio. En este sentido, los Padres del SÃnodo afirman que «sin la formación espiritual, la formación pastoral estarÃa privada de fundamento»[135] y que la formación espiritual constituye «un elemento de máxima importancia en la educación sacerdotal»[136].
El contenido esencial de la formación espiritual, dentro del itinerario bien preciso hacia el sacerdocio, está expresado en el decreto conciliar Optatam totius: «La formación espiritual... debe darse de tal forma que los alumnos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en el EspÃritu Santo. Habiendo de configurarse a Cristo Sacerdote por la sagrada ordenación, habitúense a unirse a Él, como amigos, con el consorcio Ãntimo de toda su vida. Vivan el misterio pascual de Cristo de tal manera que sepan iniciar en él al pueblo que ha de encomendárseles. Enséñeseles a buscar a Cristo en la fiel meditación de la Palabra de Dios, en la activa comunicación con los sacrosantos misterios de la Iglesia, sobre todo en la EucaristÃa y el Oficio divino; en el Obispo, que los envÃa, y en los hombres a quienes son enviados, principalmente en los pobres, los niños, los enfermos, los pecadores y los incrédulos. Amen y veneren con filial confianza a la SantÃsima Virgen MarÃa, a la que Cristo, muriendo en la cruz, entregó como madre al discÃpulo»[137].